La recuperación de este monasterio debe servir como ejemplo de la dotación y restauración de nuestro patrimonio. De esta guisa se encontraba en torno a los años 60, dejado y abandonado de la mano de Dios, y eso que tras la Desamortización tuvo diferentes ocupaciones como fueron las de Presidio y Manicomio, quizá por eso se salvó. La parte que nos ha llegado en peor estado ha sido la Iglesia, puesto que el resto de dependencias se adaptaron bien a tales reconversiones. Y, aunque de forma tardía, hay que alabar los esfuerzos realizados para conservar y mantener esta joya de nuestra arquitectura clasicista (entren y vean sus hermosos claustros).
Así luce visto desde Parquesol. Un ejemplo, no solo por su restauración, sino también por su reutilización para fines institucionales y culturales. Un edificio muy alejado de la ciudad en los siglos anteriores pero hoy ya plenámente incorporado en su tejido urbano.
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